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Artículo de opinión ·

En un mundo marcado por la rápida evolución tecnológica, los sistemas educativos se encuentran ante una encrucijada única: adaptarse o quedar rezagados. En este contexto de cambio constante, las Tecnologías de la Información y Comunicación (TIC), y en particular las herramientas de Inteligencia Artificial Generativa (IAG), han emergido como protagonistas indiscutibles en todos los ámbitos de la sociedad, siendo los contextos educativos los que gradualmente están siendo permeados por estas tecnologías emergentes. Lo anterior plantea un desafío crucial para los educadores, ya que no solo deben dominar estas herramientas, sino también comprender cómo integrarlas de manera efectiva en sus experiencias de aprendizaje. Así las cosas, resulta inevitable y necesario explorar y reflexionar acerca de las estrategias y enfoques desarrollados en los procesos de formación dirigidos a profesores, y así empezar a potenciar el poder transformador de las herramientas de IAG en la labor profesional del educador para garantizar como lo menciona el Objetivo de Desarrollo Sostenible número cuatro, una educación inclusiva, equitativa y de calidad que promueva oportunidades de aprendizaje durante toda la vida para todos. Naciones Unidas (2018), favoreciendo las generaciones presentes y futuras de los sujetos que se estén formando.

Ilustración 1: Generado con IA – 13 de abril del 2024

La formación docente en herramientas de IAG, debe centrarse en promover una comprensión sólida de cómo estas tecnologías pueden mejorar las experiencias de aprendizaje, lo cual implica que durante su formación los participantes adopten una postura reflexiva y propositiva, tanto en la comprensión del funcionamiento de la IAG, como en la relación e impacto de ellas con sus procesos académicos, estrategias pedagógicas y el contexto en que se encuentran.

La comprensión de la tecnología en procesos formativos, evoluciona hacia un enfoque que destaca su papel como facilitadora y mediadora en el proceso educativo, superando su mera función como herramienta de modernización de las prácticas educativas (Salinas, 2012). En ese sentido, no es realista ni práctico dedicar espacios de formación enfocados sólo en el desarrollo de habilidades tecnológicas, pues más allá de intentar dominar cada herramienta que emerja como una solución al proceso educativo, la formación también debería fomentar espacios de reflexión y construcción de estrategias que integren estas herramientas de forma crítica a su contexto, aprendiendo con ellas como mediadoras en el proceso de enseñanza aprendizaje.   

Para lograr este objetivo, es fundamental trascender el enfoque tradicional de la formación técnica de herramientas y centrarse en la construcción colectiva del conocimiento, en el que los profesores se destaquen como agentes activos en su propio desarrollo profesional, participando en ambientes educativos colaborativos que fomenten la reflexión pedagógica y la experimentación con diversas herramientas tecnológicas y modelos de inteligencia artificial. Sin embargo, no sólo los profesores participantes de la formación cumplen un papel importante, también los formadores son fundamentales en el proceso al tener la responsabilidad de guiarlos en integrar a su práctica pedagógicas los nuevos conocimientos adquiridos en tecnología, promoviendo un equilibrio entre el dominio técnico de la herramienta y su aplicación pedagógica.

No obstante, en los procesos de formación a profesores no se debe pretender dar fórmulas mágicas ya que cada contexto educativo es único y las soluciones no son universales. En lugar de buscar respuestas predefinidas, los participantes deben ser alentados a reflexionar sobre sus propias necesidades y desafíos, y a trabajar en colaboración para desarrollar enfoques personalizados que se adapten a sus contextos específicos. El rol del formador, evoluciona de proporcionar respuestas directas a crear entornos reflexivos donde los educadores puedan comprender y reconocer los desafíos presentes en su contexto educativo (Imbernón, 2001), pues son ellos quienes están en la mejor posición para diseñar y aplicar estrategias efectivas en sus contextos educativos.

Así las cosas, la formación en tecnologías de IAG más allá de limitarse a adquirir habilidades técnicas y operativas, debe aportar a la transformación del proceso educativo. Al adoptar una postura activa y reflexiva durante el proceso de formación, los docentes pueden aprovechar al máximo el potencial de estas tecnologías para enriquecer sus prácticas educativas y preparar a sus estudiantes para enfrentar los desafíos que les espera. Este es el inicio de una conversación en constante evolución sobre la formación docente en herramientas IAG, invitando a continuar explorando nuevas formas de potenciarla y humanizarla ante los retos de la educación del siglo XXI.

Naciones Unidas (2018), La Agenda 2030 y los Objetivos de Desarrollo Sostenible: una oportunidad para América Latina y el Caribe (LC/G. 2681-P/Rev. 3), Santiago.

Salinas, M. (2012). Siguiendo la ruta de los desarrollos investigativos en el campo de la formación docente y su relación con las Tecnologías de información y comunicación en Iberoamérica: Hacia un estado del arte. Revista Q, 6(12), 1-34

Imbernón, F. (2001). Claves para una nueva formación del profesorado. Revista Investigación en la escuela, 43, 57-66

Willy Figueroa

Docente Facultad Ciencias Humanas y Sociales

Universidad San Buenaventura Cali

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