viernes, 17 de enero de 2025
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En una ocasión atestigüé el valor de la docencia servicio a través de la siguiente escena. El médico, un hombre mayor, decía a sus pupilos que –“la clínica es 50 % conocimiento, y el otro 50%…” decía, -“¡está aquí!”-, mientras movía sus manos, como si se tratara de un arte mágico, una destreza particular que se desarrollaba al interior de cada médico; explicando como ciertas enfermedades no podían ser develadas a través de los exámenes de laboratorio o diagnósticos, consistía en un examen muy particular entre médico y paciente para definir el tratamiento a seguir. La clínica es un arte a través del cual se desentrañan los mecanismos de la enfermedad y se ingenian los caminos de la cura. Ésta, la razón de la relación histórica que sostiene los lazos entre universidades y hospitales; la docencia permite transmitir un saber sobre el paciente al tiempo que supervisar las decisiones clínicas.
En Colombia fueron los programas en medicina los que llevaron al origen de la normatividad de la relación docencia servicio, misma que ha propiciado ajustes para todos los programas que declaran tener actuaciones en el ámbito de la Salud. Ante ello, los programas de Psicología han debido no solo ajustar sus currículos académicos para asegurar que los profesionales desarrollen competencias en contextos clínicos y hospitalarios sino consolidar convenios sobre los cuales instituir relaciones que apuesten por la innovación, la investigación y la docencia al servicio de los problemas contemporáneos de la salud; lo que ha contraído diversos aprendizajes de cooperación y de instituir alianzas para prevalecer las misiones institucionales como un faro en una noche oscura.
Este ha sido un matrimonio de ires y venires, en el que resulta fundamental sentar las bases de los intereses y proyectos del futuro; situando en el corazón de sus decisiones, la atención humanizada y seguridad del paciente, territorio de las actuaciones administrativas, asistenciales y académicas. Por ello, entendiendo los efectos presentes de nuestra época actual, podría ser considerado que los esfuerzos estatales, de hospitales y universidades podrían orientarse en las necesidades que nuestra época ha puesto de relieve; hemos atravesado una pandemia y hemos comprendido como el peligro no solo se halla en la falta de recursos o tecnologías para la atención de las poblaciones, sino en el tratamiento del miedo y la incertidumbre; estamos presentando un descenso en la natalidad a su vez que percibiendo una tendencia a la priorización de la Salud Mental. Las tecnologías de la comunicación avanzan precipitadamente y los efectos en la socialización no se han dejado esperar.
Los hospitales universitarios, representan una intención para promover no sólo la cualificación de la formación del Talento Humano en Salud, sino la idoneidad para responder de forma efectiva, creativa y sensible a las necesidades de los usuarios, una clínica que se reinvente no sólo para implementar las tecnologías, sino para hacer de la experiencia del cuidado, el bienestar y la vida un asunto transversal a los diferentes niveles de complejidad de la atención en salud; no en vano, los marcos normativos incluyen políticas que promueven una atención diferencial, de género, étnico, de inclusión, de la infancia, etc., invitando con ello a consolidar programas que prioricen el bienestar de las personas y las comunidades.
Nuestra salud pública reconoce el valor de la articulación de la escuela, la familia y la sociedad por ello valdría considerar si los planes de evaluación de las condiciones de calidad de la docencia servicio plantean un margen en esta misma línea de acción.
Cindy Ramírez Guerrero
Docente Magister en Psicología Clínica – Enlace convenios docencia Servicio
Universidad de San Buenaventura Cali