domingo, 18 de mayo de 2025
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En un entorno comercial donde cada punto de participación en el mercado se disputa con creatividad, presupuesto y estrategia, los casos de solidaridad entre marcas suelen ser escasos. Por eso, lo ocurrido recientemente con Frisby en España ha capturado la atención no solo de consumidores y publicistas, sino también de empresarios y juristas: un claro recordatorio de que incluso en la competencia más feroz hay espacio para la cooperación.
Frisby, la emblemática marca colombiana de pollo frito, enfrentó una inesperada batalla legal al descubrir que su nombre y elementos distintivos habían sido registrados en España por un tercero sin relación con la compañía. Esta situación encendió las alarmas sobre la importancia de contar con una protección legal adecuada al momento de internacionalizar una marca. Tener los registros al día —nombre, logo, eslogan, imagen gráfica— no es solo un formalismo, sino un escudo ante posibles apropiaciones indebidas.
Pero lo que realmente convirtió este caso en algo extraordinario fue lo que sucedió después. Marcas competidoras como El Corral, Presto, KFC y muchas otras se manifestaron públicamente en defensa de Frisby. A través de mensajes claros y empáticos en redes sociales, hicieron un llamado a respetar la propiedad intelectual y la trayectoria empresarial. En un gesto inusual, empresas que normalmente compiten por el mismo consumidor se unieron bajo una misma causa: proteger el valor de construir una marca con esfuerzo y coherencia.
Este fenómeno pone sobre la mesa un concepto cada vez más relevante: la coopetencia. Se trata de una estrategia donde competidores deciden colaborar en ciertos frentes, especialmente cuando hay un bien común que proteger. En este caso, la defensa de la propiedad intelectual no solo beneficia a Frisby; también envía un mensaje fuerte al mercado: ninguna marca está sola cuando se vulnera un principio que podría afectarnos a todos.
¿Qué ganan estas marcas al respaldar a un competidor? Más de lo que parece. En primer lugar, construyen reputación desde el propósito. En un contexto donde los consumidores valoran cada vez más la ética empresarial, demostrar solidaridad genera confianza. Además, se posicionan como actores que entienden que el éxito comercial no debe estar reñido con la justicia ni con los valores compartidos de la industria.
Este tipo de gestos también fortalece al ecosistema de negocios. Hoy fue Frisby; mañana puede ser cualquiera. Apoyar públicamente una causa que resalta la importancia de registrar y respetar las marcas es una inversión en un entorno comercial más seguro y transparente.
El caso Frisby también ha despertado una reflexión entre emprendedores y pequeñas empresas: ¿cuán protegida está mi marca? ¿Estoy preparado para escalar a otros mercados? La lección es clara: el branding no termina con un logo bonito o una buena campaña; requiere también respaldo jurídico y visión a largo plazo. Finalmente, este episodio nos recuerda que el mundo empresarial no tiene que ser una selva sin reglas. Puede ser también una red de actores que, aun compitiendo por participación, reconocen cuándo es momento de ponerse del mismo lado. Frisby no solo está defendiendo su nombre en España; también ha revelado que, en el universo de las marcas, la verdadera fuerza nace cuando se compite con integridad y se coopera con propósito.
Paola Andrea Márquez Rengifo
Directora Programa de Mercadeo y Negocios Internacionales
Universidad de San Buenaventura Cali