jueves, 22 de mayo de 2025
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En un contexto de tensiones comerciales, redefinición de alianzas globales y un marcado giro hacia la multipolaridad, la IV Reunión Ministerial del Foro China-CELAC celebrada en Pekín el 13 de mayo de 2025 ha encendido las alertas en Washington y las esperanzas en América Latina. El evento no fue solo un foro diplomático: fue una demostración de fuerza blanda, visión estratégica y voluntad política para reescribir el papel de América Latina en la economía global del siglo XXI.
Por primera vez desde la creación del foro en 2015, presidentes de peso como Luiz Inácio Lula da Silva (Brasil), Gabriel Boric (Chile) y Gustavo Petro (Colombia) se sentaron a la mesa con el gigante asiático, respaldando una ambiciosa agenda común que prioriza el desarrollo sostenible, la infraestructura resiliente, la transición energética y la innovación tecnológica.
El resultado fue más que simbólico. La adopción de la Declaración de Beijing y un Plan de Acción Conjunto 2025-2027 con más de 100 proyectos concretos, acompañados por una línea de crédito china de 9.000 millones de dólares, confirma que la relación ha pasado del discurso a la ejecución. La cooperación se extiende desde el financiamiento de grandes obras hasta el desarrollo de inteligencia artificial, pasando por la conectividad digital, la agricultura sostenible y la energía limpia.
Uno de los gestos más reveladores fue el anuncio de Colombia de su intención de unirse a la Iniciativa de la Franja y la Ruta, una movida geopolítica que no pasará desapercibida en Washington. En paralelo, Brasil reiteró su apuesta por una alianza estratégica con China, reafirmando su autonomía frente a los bloques tradicionales. El mensaje de fondo es claro: América Latina no quiere ser campo de batalla, sino actor soberano en un tablero global que ya no responde a las reglas del siglo pasado.
En su discurso, el presidente Xi Jinping fue categórico al condenar las “conductas intimidatorias” en la arena internacional, en obvia alusión a las políticas proteccionistas de la administración Trump. Al mismo tiempo, envió una señal diplomática fuerte al recibir en Pekín a representantes de Haití y Santa Lucía, dos países que aún mantienen relaciones con Taiwán. Una maniobra que refleja la sofisticación con la que China avanza su agenda en América Latina: económica, política y simbólicamente.
Este nuevo capítulo en las relaciones China-CELAC plantea oportunidades sin precedentes, pero también riesgos. Si bien ofrece una alternativa real al financiamiento condicionado y las tensiones geopolíticas del Norte, también exige de los gobiernos latinoamericanos una diplomacia madura, capaz de evitar dependencias asimétricas y preservar la soberanía en la toma de decisiones estratégicas.
En definitiva, el Foro China-CELAC 2025 no solo fortalece la presencia de China en el hemisferio occidental; también da pistas de un mundo en el que América Latina puede, y debe, aspirar a jugar un rol más activo, diversificado y protagónico. No obstante, este nuevo acercamiento con China obliga a la región a replantear su relación con Estados Unidos, que podría ver amenazada su histórica influencia en el continente. La competencia entre ambos gigantes podría derivar en presiones cruzadas, incentivos estratégicos o incluso represalias diplomáticas.
En este delicado equilibrio, América Latina deberá demostrar no solo audacia, sino también una madurez geopolítica que le permita construir una posición propia y sostenible entre las potencias del siglo XXI.
Oscar Fernando Garcia Saavedra
Director del programa de Finanzas y Negocios Internacionales
Universidad de San Buenaventura Cali