martes, 24 de junio de 2025
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La integridad en la investigación científica enfrenta desafíos globales que, lejos de desalentarnos, invitan a fortalecer los cimientos de la academia. Si bien es cierto que prácticas como la retractación sistemática de artículos, editoriales sin revisión por pares rigurosa, el mal uso de la inteligencia artificial y la proliferación de revistas depredadoras han erosionado la confianza en las publicaciones, estos retos también representan una oportunidad para reinventar un sistema más transparente, ético y colaborativo.
El acceso abierto, por ejemplo, surgió como un avance democratizador para compartir conocimiento, sin embargo, su monetización excesiva a través de los APC (Article Processing Charges) ha creado barreras económicas y perpetua las brechas académicas y de desarrollo, permeando incluso, la calidad de las instituciones. Esto no invalida su propósito original, sino nos lleva a revisar el modelo y replantear modelos sostenibles que prioricen la calidad sobre el lucro, garantizando apoyo financiero a investigadores de todas las regiones. Además, la comunidad académica e investigativa debe exigir transparencia en los costos y procesos editoriales, así como promover alternativas que incluyen repositorios institucionales y colaboraciones interuniversitarias.
Las malas prácticas, como la manipulación de citaciones, la publicación sin evaluación experta y la producción de artículos de baja calidad, no son fallas irreparables, pero si evidencian la necesidad de fortalecer redes de investigadores comprometidos con la auditoría colectiva, la denuncia de irregularidades y la inclusión de métricas cualitativas en los rankings (no solo cuantitativas). Adicionalmente, iniciativas como DORA (Declaration on Research Assessment), que dan mayor prioridad al impacto social de la investigación y restan importancia al factor de impacto, son ejemplos de cómo reinventar los criterios de excelencia.
Respecto a las revistas depredadoras, su existencia subraya la importancia de la educación continua de los investigadores para identificar señales de alerta: clonación de revistas reconocidas, tiempos de publicación irreales, promesas de citas exageradas, costos de publicación exageradamente bajos o falta de transparencia editorial, entre otras. Plataformas como Think. Check. Submit (https://thinkchecksubmit.org/), ofrecen guías prácticas, pero es vital institucionalizar estos recursos en universidades y centros de investigación, integrando talleres sobre ética académica en la formación de nuevos científicos.
El uso de inteligencia artificial no debe satanizarse, con su apoyo es posible optimizar revisiones bibliográficas, detectar plagios, detectar inconsistencias, sin embargo, si se usa para generación de artículos masivos se hacen necesarios marcos regulatorios claros. La comunidad debe promover pautas que distingan entre su uso como asistente (por ejemplo, análisis de datos) y su mal uso (por ejemplo, la fabricación de contenido o generación de datos), asegurando que la creatividad humana siga siendo el pilar de la innovación.
Frente a estos desafíos, la solución radica en la acción colectiva, publicar es válido, necesario y esencial para el progreso, sin embargo, es clave elegir dónde y cómo hacerlo: priorizar revistas con revisiones transparentes, editores comprometidos y políticas antiplagio claras, son solo algunas de las recomendaciones. Además, es necesario pensar en la construcción de tejidos académicos para
reconstruir la confianza, es necesario fortalecer las redes de colaboración entre pares, compartir experiencias, dinamizar el trabajo colaborativo e interinstitucional y apoyar a jóvenes investigadores, solo algunos ejemplos.
La investigación rigurosa, crítica y orientada al bien común merece ser divulgada. En lugar de cuestionar si vale la pena publicar, enfoquemos nuestra energía en crear un ecosistema transparente, éticos, rigurosos, seguros, equitativos y colaborativos, donde la integridad sea norma y no excepción. La ciencia no es y no puede convertirse en un negocio, la ciencia es un patrimonio de la humanidad que, con ética y cooperación, seguirá iluminando el camino hacia soluciones duraderas.
Transformar los retos en oportunidades requiere corresponsabilidad de editores, investigadores, universidades y agencias de financiación, quienes deben alinearse en estándares éticos, invertir en educación continua y promover acceso equitativo. Solo así las publicaciones recuperarán su rol como pilares del conocimiento, impulsoras de innovación y herramientas para un futuro más justo. La respuesta no es dejar de publicar, sino hacerlo con estrategia, conciencia y un compromiso inquebrantable con la verdad.
Simena Dinas
Docente de la Facultad de Ingeniería
Universidad de San Buenaventura Cali