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Artículo de opinión ·

Tenés que sentarte en un determinado tiempo a leer autores y textos que no decidiste y que no necesariamente son de tu interés. En otro momento, en un lapso similar, tenés que escribir sobre un tema para el que no te preparaste, sobre el que puedes haber leído algo… o no. En ambos casos, alguien decidió lo que debías comprender y la estructura y la calidad de lo que debías producir. Sin embargo, del resultado de esas lecturas y esa producción textual puede provenir gran parte del prestigio de tu universidad (puede que no tanto, puede haber mediciones más importantes).

¿Estarán evaluando en realidad tu capacidad de leer críticamente y de argumentar con un texto coherente, cohesionado y bien estructurado? Sí, un poco y de una forma muy particular, pero hay mejores formas de hacerlo, solo que esas formas no pueden estandarizarse.  

En las pruebas Saber Pro hay temas y formatos que pueden interesarle a un recién graduado: teoría del Estado, ética, deporte, economía, ecología, algo de literatura; cómics, posters, tablas comparativas de software y sistemas operativos. Pueden escribir sobre la importancia de las tecnologías de comunicación, sobre la relación de los profesionales con el mundo laboral, sobre las paradojas de la estética corporal. Pero es una lotería de babel, como en un cuento de Borges: te pueden tocar asuntos sobre los que no has tenido nunca el más mínimo interés.  

Una postura para ver las pruebas estandarizadas, especialmente las de lectura crítica y comunicación escrita (la forma que prefiero como profe y como profe de profes de lenguaje), es que asumamos preparar a nuestros estudiantes para comprender y producir textos más complejos que los de Saber y Saber Pro, con procesos más profundos y más cercanos a sus intereses. Las pruebas estandarizadas deberían ser solo una pequeña muestra de lo que un estudiante o un profesional puede hacer en contextos más complejos y más exigentes.

Algo así como una prueba de calentamiento de 500 metros que servirá para luego correr la maratón: una tesis, una investigación de largo aliento, un proyecto para una corporación, una compañía, una organización; para entender mejor los fenómenos culturales, los consumos propios, la política (entendida en un sentido amplio); la vida misma en su complejidad de entramados y textos verbales y no verbales, la autoformación, la aventura de construir una familia, si es que así lo decide…

Una lectura crítica de mayor aliento implica confrontar un texto con la visión propia del mundo: ver lo leído como un soporte que contiene diferentes niveles de significado y significación y sobre el cual nos enfrentamos para producir un sentido propio. Gran parte de ese sentido proviene del texto mismo, de su estructura y su entramado; pero otra parte, tal vez la más creativa e interesante, proviene de nuestra propia visión de mundo, de las otras voces que conocemos, de nuestra experiencia: ese saber o conocimiento que proviene de lo que se ha vivido y que, al decir de Larrosa, no es experiencia sino rutina cuando no produce conocimiento.

Una comunicación escrita valiosa, potente, requiere el cálculo consciente de cada paso en la organización de las ideas; en la estructuración en secciones, párrafos y oraciones; pensar en el posible auditorio. Es la diferencia entre simplemente expresarse y realmente comunicar: decir algo consciente, estratégica y tácticamente. Se necesita, no solo conocer el tema, sino también los límites de nuestra propia expresión. Difícilmente lo logramos enfrentándonos a una tarea que no conocíamos. En las universidades debemos formar para la maratón no para la pequeña carrera de calentamiento que, para el caso de Saber Pro, con suerte, dura 40 minutos.

James Rodríguez Calle

Director Licenciatura en Literatura y Lengua Castellana

Universidad San Buenaventura Cali

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