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Artículo de opinión ·

El pasado 2 de abril, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, ha encendido nuevamente las alarmas del comercio internacional al anunciar un paquete arancelario sin precedentes desde la Gran Depresión. La medida incluye un arancel mínimo universal del 10% para todas las importaciones y tasas mucho más elevadas para los principales socios comerciales de EE. UU.: 54% para China, 20% para la Unión Europea, 24% para Japón, y un 25% para la importación de automóviles fabricados fuera de suelo estadounidense. América Latina no ha quedado exenta: Colombia, junto con Brasil, Chile y otros países de la región, enfrentará un arancel general del 10%.

La administración Trump justifica estos aranceles bajo la premisa de “proteger la industria y la soberanía económica estadounidense”, enmarcando este anuncio dentro del llamado “Día de la Liberación”. Sin embargo, más allá del discurso político, la evidencia empírica y la experiencia reciente sugieren que este tipo de medidas suelen generar más distorsiones que beneficios. Los costos de producción para las empresas estadounidenses aumentarán, los consumidores pagarán precios más altos y las cadenas de valor globales —donde Colombia participa como proveedor estratégico de materias primas, manufacturas ligeras y servicios— sufrirán disrupciones considerables.

En el caso específico de Colombia, las consecuencias serán profundas. En el corto plazo, los aranceles encarecerán las exportaciones colombianas hacia EE. UU., especialmente en sectores como el textil, agrícola y de autopartes, erosionando la competitividad de nuestros productos frente a otros mercados. Asimismo, podrían generarse desincentivos para la inversión extranjera directa, especialmente de empresas estadounidenses que utilizan Colombia como plataforma exportadora bajo los beneficios del TLC. Por su parte, la relación comercial entre ambos países, históricamente estratégica y fluida, podría verse afectada por un clima de incertidumbre y renegociación, obligando a Colombia a buscar mercados alternativos en Europa, Asia y América Latina para compensar la pérdida de acceso preferencial al mercado norteamericano.

Paradójicamente, estas políticas también tendrán un efecto boomerang para la economía estadounidense. El encarecimiento de las importaciones golpeará directamente a sus cadenas productivas, elevando la inflación y reduciendo la capacidad de consumo de los hogares. Además, la respuesta esperada de sus principales socios comerciales será la imposición de aranceles espejo, desatando una guerra comercial que impactará negativamente el crecimiento económico global.

En conclusión, la medida anunciada hoy no solo amenaza con fragmentar aún más el sistema multilateral de comercio, sino que también podría deteriorar una de las relaciones económicas más relevantes para Colombia: su vínculo comercial y estratégico con Estados Unidos.

Oscar Fernando García Saavedra

Director del programa de Finanzas y Negocios Internacionales

Universidad de San Buenaventura Cali

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